viernes, 2 de septiembre de 2011

Para el Taller de Escritura creativa VII. Viaje al interior


Por fin, mi ahogada vida de continuo trabajo me da un día de vacaciones. He de confesarlo, me cuesta mucho tomármelo, no estoy acostumbrada a ello, pero mi jefe me ha obligado.
La gente anhela huir de las prisas, de la vida acelerada, yo no. “Será que soy al revés del mundo” pienso mientras preparo mi maleta. En ella voy metiendo las velas, el incienso, las sales relajantes, un mechero, un cuaderno y un bolígrafo.
Bueno, ya está todo listo. ¡Oh, no! Me falta la ropa... Bueno, me cogeré un simple vestido, algo que me dé libertad de movimiento.
He organizado mi día, necesito aprovecharlo al máximo y conseguir lo que me he propuesto. Para empezar, no puedo comer nada, debo estar en ayunas para tener la mente más despejada. Me dirijo al baño, allí comienza el viaje hacia mí misma. Como si fuera un ritual, distribuyo a mi alrededor las velas y las barritas de incienso mientras se va llenando la bañera. Me sumerjo en el agua con sales relajantes. Respiro profundamente, necesito pensar. Lo primero que me viene a la mente es el trabajo. En ese momento me suena el móvil: es mi jefe. Contesto veloz y me dice: te dije que descansaras, apaga el teléfono. Obedecí y, poco a poco, me fui alejando, ¿qué tenía antes del trabajo? Sí, me voy acordando, tenía una vida, una familia, pareja y aficiones. ¿Dónde está todo eso ahora? Noto que me empiezo a arrugar, es el momento de salir.
Me pongo el vestido y me voy al jardín que he creado en mi terraza. Me pongo música clásica, a un volumen que me permita alejarme del sonido de la ciudad. Comienza mi sesión de yoga. Toca centrarse en el cuerpo. Tras esto, me siento en la posición de la flor de loto y reflexiono sobre mi vida. Cojo el cuaderno y me pongo a escribir todo. Así me siento liberada, la excursión ha sido fantástica, me he encontrado a mí misma.

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