miércoles, 14 de septiembre de 2011

Crónica de una moribunda exagerada III. El regreso

Es de noche, tarde, muy tarde... Sola en la biblioteca, en silencio, con la luz blanquecina iluminando los apuntes en mi parte de la mesa. Sentada frente al gran ventanal que me regala una panorámica espectacular de la tormenta. La sala queda iluminada por un rayo, prosigo con el estudio a la espera del gran estruendo. De repente, se abre la puerta y me sobresalto. Eso no me lo esperaba. Me giro y veo a un compañero, sonriente por el bote que pegué.
  • ¿Estudias por la noche?
  • Mañana, tarde y noche... ¡Qué remedio! Mañana tengo examen.
  • Bueno, pues nada, ¡suerte!
Y se va. ¿Y el trueno? O no lo hubo o no me enteré, ¡qué extraño! Cuidadosamente oigo como se abre la puerta, chirría, pero no escucho que entre nadie y tampoco veo a nadie fuera. Seguro que me están gastando una broma, los chicos siempre están igual... Continuo con mi tarea y la puerta se cierra ruidosamente, no hago caso. La lluvia azota con furia contra los cristales, pero por encima de eso se escucha claramente una voz, esa que pensé que nunca tendría que volver a oír...
Así que tienes examen mañana, ¿eh?” Levanto la vista de mis hojas y le veo. No eres real, son imaginaciones mías, me repito una y otra vez. Tal vez, me haya quedado dormida estudiando, sí, eso tiene que ser. “Irene, no seas ridícula, con todo el café que has tomado es imposible que te duermas.” En una esquina sobre la mesa se van acumulando los vasitos de plástico vacíos y algunas latas, los contemplo. “Te noto muy cambiada desde la última vez, pero no estás curada y lo sabes. Por cierto, me gusta ese tatuaje que te has hecho.” No me hice ningún tatuaje. Saca un espejo, no sé de donde y lo pone a la altura de mi hombro derecho, en la espalda, y me hace girar la cabeza. “¿Hace cuánto tiempo que no te ves la espalda?” Y se ríe, se burla de mí. Pero es cierto, una pequeña pieza de puzzle está ahí. No me lo creo, será un trampa, me muevo inquieta pensando que sería un dibujo en el espejo, pero no. ¿Cómo lo has hecho? Le digo furiosa. “No he sido yo, has sido tú, en una de esas noches de desvelo, que no sabes si realmente estás dormida o despierta.” ¡Mientes! Me estás engañando, yo no he podido hacerme eso. Sus carcajadas arañan el silencio de la biblioteca y yo me desespero. Esto no está pasando, me estoy volviendo loca. Vuelve junto a mí, se sitúa detrás, siento su aliento en mi nuca y me susurra al oído. “¿Si no fuese real sentirías esto?” Entonces siento como un cuchillo me desgarra la pierna, desde la rodilla asciende y la sangre comienza a humedecer mis vaqueros. Le miro. “No me mires a mí, has sido tú.” Miro el cuchillo, la mano y mi brazo... Asustada lo dejo caer al suelo. ¿QUÉ ME ESTÁS HACIENDO? Grito entre sollozos y me lanzo contra él.
La tormenta se vuelve más intensa, una fuerza ajena a mí me impide moverme de mi sitio, tampoco grito pidiendo ayuda. Me quedo ahí parada, a la espera de sus palabras, mientras la sangre empapa todo. El único poder sobre mi cuerpo lo tengo en mis ojos, le dirijo una mirada cargada de odio. “Mucho mejor así, tranquila, si quieres estar bajo mi tutela deberás ser menos intensa, al menos conmigo.”
La respiración entrecortada se va normalizando, acaricia mi cara y me estremezco, asiento levemente. Espero tus normas, quiero que empiece el juego.

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