jueves, 14 de abril de 2011

La cortina que quería ser pantalón

En un viejo almacén había un rollo de tela azul y verde, trastos viejos y algún que otro elemento más de costura. Una niña traviesa se metió en el almacén a investigar, quería encontrar algo para jugar. Cuando estaba a punto de irse decepcionada por no hallar nada se tropezó con el rollo de tela.
  • ¡Ten más cuidado! - dijo éste.
  • ¡Oh! Perdona.
   La niña se sentía confusa, no sabía que los rollos hablaran, al parecer, se había cruzado con uno especial. Decidió conversar con él:

  • No sabía que pudieras hablar.
  • Todos hablamos y nos expresamos, pero cada uno a su manera, hay que saber entenderse.
  • Pero tú...
  • Nada de peros, niña insolente, primero me agredes y luego dudas de mi palabra.
  • Lo siento.
   Al final, consiguieron llevarse bien. ¡Madre mía! Si pudiésemos entender todos los lenguajes, nos volveríamos locos. Tal fue el razonamiento de la niña.
   El rollo protestaba porque decía que su futuro lo manejaban a su antojo, él no podía decidir, siempre lo hacían por él. Así que por una vez que encontraba a alguien que le entendiera, quería pedirle un favor a la niña: se sentía destinado a ser pantalón, ese era su sueño. Ella le prometió ayudarle a conseguirlo.
   Al día siguiente, la niña fue donde su madre que era modista y le pidió que le hiciera un pantalón. La madre accedió, aunque la dijo que ya se lo haría que estaba muy ocupada. La niña quiso dejar claro que no podía ser un pantalón cualquiera, que quería uno con una tela que había descubierto en el almacén. Como vio que su madre estaba muy atareada no la molestó más.
   Una semana después, la niña, que ya se había olvidado de su “amigo” el rollo de tela, se vio sorprendida por su madre. Le dijo que ya le había cosido el pantalón que le pidió. La niña miró con horror el pantalón, no era esa la tela.
  • ¡Pero es rosa!
  • Ese era el rollo que había en el almacén.
  • No, era azul y verde.
   Ya lo había utilizado para otra cosa. Al ir a su habitación la niña descubrió que tenía cortinas nuevas: azul y verde.
  • No me ayudaste, sólo te pedí un favor. Siempre nos manejan a su antojo, ¿dónde está la libertad de elección?
  • Yo sí lo hice, pero mi madre...
  • No pongas excusas, siempre es lo mismo. Conformismo.

   Un día de mucho viento, la cortina se escapó por la ventana. Se podía oír en el aire “no me rendiré, lucharé” y la niña se sintió feliz ante el empeño del rollo por buscar su camino a pesar de las restricciones y las adversidades.

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