jueves, 14 de octubre de 2010

Futuro incierto

Anastasia era una chica de 19 años, estaba disfrutando de las pocas vacaciones que le quedaban antes de empezar su segundo año de carrera. Estudiaba Filología clásica. Tenía grandes proyectos para su futuro, lo tenía todo planeado. La gustaba tener control de la situación, en su vida, no había lugar para los imprevistos.
   Alejandro era un chico de 22 años, trabajaba en un taller como mecánico y en época de fiestas curraba como camarero. Vivía el día a día, sin preocuparse por nada. Él y Anastasia se conocían desde el colegio, eran muy buenos amigos.
   Era sábado y tocaba salir de fiesta. Anastasia quedó con sus amigas de la Universidad y con Alejandro y sus amigos. Se fueron a cenar todos juntos, era un grupo que congeniaba muy bien. Alejandro estuvo siempre enamorado de Anastasia, y ella lo sabía, pero no quería nada serio con él, le veía simplemente como un buen amigo. Pero ese día ocurrió algo, no sabía si sería la brisa veraniega, el efecto del alcohol o que la habían echado alguna droga en la bebida, pero empezó a sentirse atraída por su amigo. Anastasia, la que siempre le había ignorado en ese tema, se puso celosa cuando una amiga suya se puso a tontear con él. No podía quitarles los ojos de encima y Alejandro se dio cuenta, así que se disculpó ante la joven y fue junto a Anastasia. 
  • ¿Te encuentras bien?- la dijo preocupado.
  • ¡Claro! Perfectamente.- dijo ella con sarcasmo.
  • No estarás molesta por...- no acabó la frase y se rió.
   Anastasia resopló y miró a otro lado. Él no se lo podía creer.
  • ¡Vamos!- la dijo animado.
   La agarró de la mano y se fueron juntos alejados de la gente. Se fueron a un parque, acabaron sus copas de un trago y las lanzaron lejos. Se preguntaban dónde se habrían estrellado. Sin más dilaciones empezaron a besarse. La situación iba subiendo de tono, él la quitó la camiseta, a sí mismo se desprendió de la suya. Ella le detuvo. 
  • Soy...-dijo entre besos.
  • Lo sé- dijo él y continuaron.
   A pesar de lo apresurado de la escena, fueron lo suficientemente conscientes para usar protección. Se quedaron un rato tumbados, se podía oír que no muy lejos sonaba “Stereo love”, la canción del momento. A partir de ahora, tendría más significado, al menos, para ellos. 
  • ¿Crees que se darán cuenta de que nos hemos ido?-dijo ella de pronto.
  • Vamos a comprobarlo.
   El grupo fingió no darse cuenta. Pero no pasó mucho tiempo hasta que la mejor amiga de Anastasia se acercó a ella para interrogarla sobre lo ocurrido. Ella le contó todo, que no sabía qué habría pasado ni cómo ocurrió, pero que había sido y se sentía bien. Además, él fue muy delicado con ella. Sencillamente maravilloso. El único temor que la invadía ahora era qué pasaría a partir de ese momento.
   Al día siguiente obtuvo su ansiada respuesta. Él la llamó para quedar y hablar sobre lo ocurrido. Después de acordar que había sido un momento de locura y que no debería repetirse, volvió a suceder. Estaban poniendo en juego su amistad. La situación era delicada, pero no eran capaces de controlar sus impulsos.
   Acabaron siendo fucking friends, es decir, no perdían su amistad, no tenían compromiso especial y se divertían juntos. Estaban bien así, podían estar con otras personas y no había ningún problema entre ellos. Pero eso no podía durar mucho, era demasiado bueno para ser real. Normalmente, en esa relación, siempre hay uno que no se acostumbra a la libertad y exige poner límites. Él quería algo más, quería a su amiga para él solo, pero ella no estaba preparada para una relación seria, decía que aún era joven.
   Tuvieron una gran discusión y estuvieron sin hablarse durante semanas. Tiempo en el que ella se dio cuenta de que no podía mantenerle alejado de su vida y le quería a su lado. Él se estaba volviendo loco sin ella, estaba de mal humor con todo el mundo e insoportable. Después de tres semanas sin contacto alguno se reconciliaron y comenzaron una relación seria.
   Era de las mejores relaciones que había tenido en su vida. A su favor estaban los años de amistad, así que ya conocían sus gustos, las cosas que les podrían molestar, todos los detalles. Sus compañeros les envidiaban, eran perfectos el uno para el otro.
Las cosas se pusieron un poco difíciles al empezar ella las clases, porque sólo se veían los fines de semana, pero hasta ese inconveniente lo superaron.
   Un día tuvieron una charla grave. Ella tenía una falta y decidió comunicárselo. No le sentó nada bien, pero ni un poco. 
  • Bueno, todavía no es seguro, deberías hacerte la prueba.
  • ¿Y si da positivo qué hacemos?
  • ¿Cómo que qué hacemos? Abortas.
  • Ni hablar, eso no es cuestionable, me parece una aberración.
  • ¿Una aberración? Eso sería el hecho de tenerle, te desgracias la vida.
  • ¿Tienes idea de lo que estás diciendo? Es una vida humana, que no te la puedes tomar a la ligera.
  • Hazte la prueba y ya hablaremos, ahora déjame que tengo que irme a trabajar.
  • Es domingo, Alejandro.
  • Me da igual, olvídame.

   Ella se llevó un gran disgusto. No estaba en sus planes quedarse embarazada, al menos, no tan pronto. Es cierto que la cambiaría la vida, pero no llegó a pensar que fuese una desgracia tener un bebé. Tenía miedo.
   Tardó unos días en hacerse el test y salió lo que se esperaba, dentro de unos meses serían dos. Tendría que empezar a cuidarse, no por ella, si no por el bebé. Con Alejandro ya sabía que no podría contar. A sus amigas no se lo había contado todavía porque se imaginaba que tendrían la misma opinión que Alejandro. Debería contárselo a sus padres, pero temía su reacción. Ella siempre había sido responsable, y lo era, había tomado precauciones, pero algo falló.
   Fue al ginecólogo y la dijo que estaba de un mes, que estuviera en reposo, porque si no, su embarazo se podría complicar.
   Se podía esperar muchas cosas de sus padres, pero esa reacción desde luego que no: la echaron de casa. Por el momento tenía el piso de la Universidad, pero, ¿qué haría luego? Acudió a sus abuelos, ellos se lo tomaron mejor.
   A pesar de la recomendación del médico, Anastasia continuó con sus clases, no abandonaría sus estudios. Un día acabó en mitad de un pasillo desplomada en el suelo y sangrando. Una de sus amigas la llevó al hospital. No le quedó más remedio que explicarle que estaba en estado. Para su sorpresa se lo tomó bien, y la dijo que podía contar con ella y que no tenía por qué habérselo ocultado. No se notaba su incipiente barriga porque siempre vestía con camisas anchas y sueltas que estaban de moda.
   Tuvo que abandonar su carrera, dejar el piso porque no podía pagarle e ir a casa de sus abuelos. Pero no estaba cómoda, lo que en un principio era apoyo, se convirtió en miradas de disgusto. Además, la casa de sus abuelos estaba situada al lado del taller en el que trabajaba Alejandro, y era la última persona a la que quería verle la cara.
   Se fue a vivir con su amiga. Ella la apoyaba sinceramente, la llevaba a las consultas y la cuidaba. La prometió recompensarla en cuanto pudiera por lo bien que se portaba con ella. Eso sí que es una verdadera amiga.
   Tras un embarazo sin grandes alteraciones, porque después del susto en la Universidad decidió tomarse en serio lo del reposo, llegó el bebé. Se puso de parto antes de lo previsto, se encontraba sola en la casa, su amiga estaba en clase. Pudo llamar a una ambulancia que rápidamente la fue a recoger. Dio a luz de manera natural a una niña, a una hermosa niña a la que llamó Ángela.

   Vivieron durante un mes más con su amiga, hasta que Anastasia se recuperó del todo. Luego, tras darse cuenta de que ya había sido suficiente, se buscó un pequeño piso que pagaría con el trabajo que había conseguido como camarera. Quería pagar también con ese dinero a su amiga, pero la dijo que no le debía nada.
   Alejandro no fue capaz de volver a llamarla para ver qué tal estaba, no conoció a su hija. Lo último que Anastasia supo de él es que se había marchado del lugar.
   Sus padres la perdonaron, pero ella no quiso volver con ellos. Cuando los había necesitado la dieron la espalda, ahora no quería nada que viniera de ellos. Estaba a gusto con su hija, se tenían la una a la otra y eso la bastaba.
   El suceso con Alejandro la hizo desconfiar de todos los hombres, pero al igual que lo bueno dura poco, lo malo tampoco es eterno y se le pasó el rencor. Encontró el amor en un chico que también había tenido malas experiencias sentimentales. Era diez años mayor que ella, pero la edad no importaba, lo que de verdad cuenta es la manera de ser de la persona. Él la ayudó mucho con su hija. La quiso como si fuera suya. Madre e hija se fueron a vivir con él. Así, Anastasia pudo ahorrar más dinero para su hija, la cual tenía elevados gastos.
   Formalizó la relación con el chico, se casaron. Cuando su hija tuvo edad de escolarizarla, decidió que era el momento de retomar sus estudios. Su marido la animó a ello. Se sentía plena, realizada. Y su hija cada día estaba mejor, era un cielo de niña.

   Un domingo, paseando en familia, ella, su marido y la niña, se cruzaron con Alejandro. Su marido conocía la historia, pero no sabía quién era él. 
  • ¿Me dejas cogerla?- se acercó a la niña.
  • No.- ella la tomó en brazos.
  • Déjame intentarlo, ahora estoy preparado.
  • ¿Ves esto?- le dijo mostrándole su anillo de boda.
  • Estás...
  • Sí, Alejandro, casada. Así que ahora déjame en paz y olvídate tú de mí y de la niña. Tuviste que ser responsable y huiste, ni tan siquiera llamaste, ni una sola vez. Así que ahora, te lo pido por favor, desaparece y no te metas en nuestra vida nunca más.

   Él se marchó. Ella se sintió un poco mal por como le había hablado, pero después de todo lo que había sufrido no podía presentarse él como si nada hubiera pasado. No podía pretender que todo volviera a ser como al principio, después de que la dijo que abortara. Él no quería a la niña, así que ahora no le correspondía. A lo mejor, en un futuro entraría en su vida, cuando Ángela fuese mayor le explicaría la historia y si quería conocer a su padre, no sería ella quien se lo impidiera. Pero en ese momento, su marido era el auténtico padre de su hija. Él soportó todo, su mala época, se encargó de una niña que no era la suya y siempre estuvo a su lado. Él era quien importaba, pero ante todo estaba su hija, a quién le había costado tener, por ella luchó contra todo y todos. Era cierto eso de que la cambiaría la vida, ahora era mil veces mejor.

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