domingo, 1 de mayo de 2011

Esperanza

Ocurrió. Reparamos en nuestra mutua presencia. Ejercicio de clase: digo 2 verdades y una mentira, toca adivinar. Sólo tú respondes, mirándome sonriente “la segunda”. Y yo te devuelvo la sonrisa y digo que no. Más tarde, esperando al bus, tú estás al lado, con tu música, mientras yo hablo con mis amigas. ¿Escuchabas?
En el bus te sientas, donde no te corresponde, pero no importa. Me quedo de pie en frente tuyo, en uno de los huecos para los carritos. Y entonces, todo sucede a la vez. Debo ceder mi sitio a un cochecito de bebé, mientras tú haces lo propio con una anciana. Nos juntamos en el espacio central, una mirada, una sonrisa. Cada uno con su banda sonora. Me pregunto qué música escucharás.
Movimientos bruscos en el autobús, me agarro para no caer. ¡Qué vergüenza si me caigo encima tuyo! Otro bamboleo, y quedamos a escasos centímetros. Una sacudida, y siento que no puedo más. Un frenazo, esta vez no pude evitar perder el equilibrio. Extiendes tus brazos para sujetarme, mi pecho agitado, arriba y abajo, tus manos en mi cintura, firmes. Noto tus ojos fijos en mí y no me resisto. Tus brazos se cierran en mi espalda, te inclinas sobre mí y nos abandonamos, ajenos al bullicio de la gente. Besos largos, cargados de deseo, liberando la represión de tanto tiempo con simples juegos de miradas.
Me despierto. Me había quedado dormida de pie. Miro a mi alrededor y te veo sentado, mirándome y sonriendo. No sé si es una sonrisa inocente o te ríes de mí por mi abstracción...
Momentos de tensión, verte y sentirte tan lejos. Por fin, mi parada. Me apeo, por suerte, conseguí evitar mirarte. Una vez abajo, me peino, pues el viento me ha revuelto el pelo. De pronto, intuición. Miro hacia ti y te veo en tu asiento, con el cuello estirado, cual jirafa, mirándome... Sonrío, a lo mejor los sueños, no son sólo sueños.

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