sábado, 22 de julio de 2017

A thousand kisses deep



Él:
Tan sólo fue una mirada lo que hizo falta para que captara mi atención, sentado en aquella terraza se enfrió mi café solo, como yo, de tanto contemplarla. Se movía entre las mesas como bailando, siempre con una sonrisa, parecía que nada pudiera perturbar a aquella chica y yo no pude evitar enamorarme. Así que fui allí cada día, solo con verla ya me podía hacer feliz, no podría intentar nada, ella era tan joven y yo tan viejo... Pero me llenaba de ilusión, valía la pena vivir un día más si era para ver la felicidad en sus ojos, aunque eso no evitase que siguiese en soledad. Me sorprendía a mí mismo poniéndome celoso si se paraba a hablar a cualquier chico, pero nada podía hacer, salvo rezar para reunir el valor necesario para intentar siquiera decir una palabra en su presencia. Me siento estúpido, tan viejo, y sin embargo, actúo como un adolescente que aún no ha vivido nada y le preocupa fracasar. Así que me decidí a actuar, no disponía de mucho tiempo pues mi vida se iba consumiendo y evaporando como agua al fuego.
El día que la cafetería estuvo más vacía le hice un gesto para que viniera hacia mí, sin rodeos le dije que creía sentir algo por ella, que si estaba disponible quisiera tratar de conocerla y que si no quería nada lo comprendía, era demasiado mayor para ella y no volvería por allí a molestarla. Para mi sorpresa no solo accedió, si no que me pidió que fuera a buscarla cuando terminase de trabajar.

                                                                  
☺☻☺

Ella:
Creo que no podría ser más feliz, hoy, por fin después de tanto tiempo de verle todos los días, el señor solitario me ha hablado. Pensé que sólo serían imaginaciones de una joven ilusa como yo, pero no, había algo entre nosotros que nos unía, que secretamente nos atrajo el uno hacia el otro, a pesar de nuestras grandes diferencias, parece que estamos condenados a estar juntos. Creer en el amor a veces tiene una gran recompensa y el destino decide sorprenderte con cosas como esta. Es muy triste que a veces, por falta de valor dejemos escapar oportunidades y la felicidad se nos escapa entre las manos. ¿Por qué esperar a mañana si le puedes decir hoy al amor de tu vida lo que sientes? A lo mejor mañana ya no está y podrías lamentarlo.




Al día siguiente, el señor murió.

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